El paracaidismo en cielo abierto es una de las prácticas deportivas extremas más placenteras que pueden existir. Las sensaciones que se disparan en el aire, no tienen semejanza con nada. Desde España, compartimos de viva voz un testimonio valiosísimo. Esta es una entrevista realizada al paracaidista y abogado madrileño, Enrique de la Higuera. Un hombre que se ha encargado de difundir una modalidad especial de caída libre, gracias a su rol como socio del túnel de viento vertical Madrid Fly, donde genera diversas actividades de vueloterapia orientadas para personas discapacitadas.
Sin embargo, en esta ocasión nos confiesa que su forma preferida para sentir la adrenalina es nada más y nada menos que al natural; en pleno cielo abierto.
Más paracaidista que empresario
¿Dónde prefiere volar?
Enrique de la Higuera: Yo habitualmente vuelo en Toledo, cerca de Lillo o de Ocaña. Son los llanos de La Mancha; por tanto, al aterrizar no te topas con árboles o montañas. Otra zona bonita es Castellón, porque aterrizas en la playa: ves el mar a tus pies y te lanzas al vacío.
Si le lleva el viento, ¿podría caer en medio de un banquete de bodas?
Enrique de la Higuera: Eso nunca, porque tú aterrizas en el punto exacto donde decides. De hecho, había campeonatos del mundo de aterrizajes de precisión y los dejaron de hacer porque eran demasiado fáciles.
¿Qué se siente allá arriba?
Enrique de la Higuera: Solo risa y felicidad. Tu nivel de adrenalina está literalmente por los aires. No se oye nada salvo tu altímetro, que va dando pitidos e indicaciones.
El paracaidismo en cielo abierto: una experiencia visual
¿Se recrea en lo que ve?
Enrique de la Higuera: Por supuesto. Fijarse en el paisaje genera mucho placer. Pero también me gusta cerrar los ojos: es muy bella la introspección de sentirse solo en el aire, en caída libre.
¿Alguna anécdota en el aterrizaje?
Enrique de la Higuera: Tengo un recuerdo curioso de un salto en el parque natural de Monfragüe, en Cáceres. Cuando estábamos a 400 metros de altura, el viento cambió: nos llevaba hacia las montañas, así que decidimos aterrizar en medio de las dehesas de Monfragüe.
¿Se desorientaron?
Enrique de la Higuera: Teníamos los móviles y veíamos el sol de frente, pero no sabíamos dónde estábamos. Yo me ofrecí a buscar ayuda. De pronto vi un caserón aterrador, con 14 perros enormes atados al camino de árboles que conducía a la entrada. Las cadenas no llegaban a mí, pero casi, como en The Walking Dead. Junto a la puerta había dos pastores alemanes sueltos y pensé: “Voy a acabar mis días aquí”. Pero me olieron y no me hicieron nada. Después llegué a una nave donde había ovejas y, al fondo, los pastores. Eran majísimos y nos echaron una mano.
¡Vive tu historia, cuenta tu historia!
Obviamente, hablar con Enrique es hablar con un hombre sin miedos y que está dispuesto a enfrentar experiencias nuevas. Además, se trata de un hombre ya mayor… ¡Imagínate: Un hombre mayor que ama así el paracaidismo en cielo abierto! Pero, ¿Qué hay de ti? ¿Te animas a dar el salto? ¿Qué opinas de este testimonio? ¡Cuéntanoslo todo y no olvides compartir esta experiencia!
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