A los 48 años Pedro Kasdorf daba su primer gran salto, no en su vida profesional como oncólogo -que a esa altura ya tenía un camino recorrido- sino en su otra pasión: el paracaidismo. “Al mirar el cielo siempre pensaba lo lindo que debe ser volar. Un día tuve el impulso de llamar a un 0900 y preguntar dónde se daba clase de paracaidismo. Fui y empecé”, relata quien es hoy jefe del Servicio de Radioterapia del INCA y socio de la Clínica COR.
“Como oncólogo radioterapeuta, Pedro Kasdorf pasa que gran parte de su vida diaria en contacto con pacientes con cáncer. “Mi propia profesión me hace ser consciente de lo que es vivir y estar sano y la importancia de hacer lo que a uno más le gusta”, remarcó el profesional médico quien también es oncólogo de la Asociación Española y de GREMCA.
“Por paradójico que parezca el paracaidismo es mi desenchufe pero también mi cable a tierra. Si un fin de semana por razones climáticas no puedo saltar los días posteriores tengo la sensación que algo me falta”, agregó.
En febrero pasado y a los 54 años Kasdorf cumplió los 500 saltos pero aún recuerda los primeros cuando iba en el avión y pensaba … “que hago yo acá”.
“Fue en el séptimo salto que viví mi primer anécdota. Pasaban los segundos y el paracaídas no se abría. Cuando giré la cabeza antes de abrir el de emergencia veo que se empieza a inflar el paracaídas. Finalmente fue sólo un susto”, recordó.
Pero para Kasdorf, no hay que generar una leyenda de los riesgos de este deporte. “El paracaidismo es menos peligroso que andar en moto. Si se te presentan problemas hay alternativas y tiempo de reacción. En última instancia está el paracaídas de reserva. Asimismo, hubo una gran evolución tecnológica en el diseño del paracaídas. Quince años atrás se introdujeron los mecanismos computados para que los paracaídas se abran en forma automática a determinada altura del suelo. Esto disminuyó enormemente los accidentes. Si uno compara un paracaídas del presente con uno utilizado en la Segunda Guerra Mundial (de diseño redondo) la diferencia es abismal. Con los actuales se puede avanzar incluso contra el viento. Si uno hace bien las maniobras se aterriza caminando”.
Son pocas las semanas que el oncólogo médico no hace alguna maniobra en el aire. Punta del Este, Canelones o Fray Bentos son los lugares escogidos para “volar” con un grupo de amigos de las más diversas profesiones y edades. “He llegado a saltar 6 veces en un día aunque lo normal es tres”, puntualizó.
Diferentes sensaciones
“Uno de los placeres de hacer paracaidismo es que conocí personas y personalidades con perfiles que nunca las hubiera conocido en mi actividad diaria. Arquitectos, bohemios, militares, aventureros; personas muy diferentes en su actividad profesional pero que la pasión por el paracaidismo los une”, señaló Kasdorf.
Para el médico oncólogo hay otros placeres que genera el paracaidismo. “La caída libre a 190 km por hora y el freno al abrirse el paracaídas a 40 km por hora, es adrenalina pura. También sentir que se pueden hacer maniobras en el aire. Cuando el paracaídas está abierto uno se siente dueño del mundo. Ni siquiera se ven los pájaros, sólo el viento y la paz del silencio. Es uno y el mundo”.
Sin límites
En Uruguay no hay más de 50 a 60 paracaidistas activos, es decir que salten con regularidad.
Los entendidos dicen que no hay edad para el paracaidismo. Lo importante es sentirse bien.
“Por supuesto que se hacen exámenes físico- psíquico pero la edad no es lo determinante. Hace poco el padre de un compañero festejó sus 80 años con un salto en paracaídas. En Estados Unidos hay una Asociación con la sigla JOE (Jumpers Over Eighty)”, subrayó Kasdorf.
“En mi caso no empecé joven a tirarme en paracaídas. En lo personal, siempre fui malo para los deportes pero aprendí que con ganas y perseverancia todo se logra. Hoy practico uno por cada elemento que compone la vida: En el agua buceo, en el aire paracaidismo; en la tierra corro (San Fernando, etc.); y con el fuego practico mi simpatía por el Club Nacional de Football; o eso no es también parte de la vida”, concluyó Kasdorf quien no duda en cumplir sus lejanos 80 años con un salto en el aire.
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